K merodea por FiedrichStrasse
K sabe que el único motivo para luchar por uno de los bandos es haber empezado en alguno de ellos y él hace tiempo que ya no recuerda el suyo. Tantos años como agente doble le han destruido. K está vacío, sus dos mitades se anulan.
K descuelga el teléfono. Usa el procedimiento de siempre.-Yanev, aquí Kaveliev. Prenzlauer Allee con KrügerStrasse. A las seis. Te lo marcaré dándole fuego-.
K sale entonces a la calle. Entra en "die fünf Ziegen". Pide un café y mira a Berger. Éste entiende y pulsa un pequeño interruptor bajo la barra. Ahora el teléfono es seguro. K repite lo que ha hecho cientos de veces. Lee el periódico, fuma dos cigarros, apura su café y sólo entonces se dirige a la cabina.-Hola Collins, soy Keane. Será a las seis. Prenzlauer Allee con KrügerStrasse. Le daré fuego-.
K se pone en marcha a las seis menos diez. Camina tranquilamente y llega puntual al lugar indicado. K mira al cielo –gris, como siempre-. K enciende un cigarro. Ni Collins ni Yanev comprenden: K jamás les había fallado antes. Dudan y huyen a la carrera. K lo asume. Ninguna de sus mitades puede acabar con la otra. Si K quiere su paz, esta vez tendrá que mancharse él mismo las manos de sangre.
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